Temibles y fascinantes. Solitarios depredadores que se encuentran en la cúspide de la cadena alimenticia marina. Víctimas y victimarios, tan vulnerables a la caza como oportunistas para el ataque. Los tiburones arrastran consigo una imagen plagada de contradicciones y mitos que el cine de terror ha logrado enaltecer hasta convertirlos en los animales más atractivos del planeta.
En los mismos lugares donde estos peces gigantes generan una media anual de 75 agresiones a personas, de las cuales 10 son mortales, allí también desaparecen 30 millones de ellos a manos de la pesca deportiva y comercial. En los últimos años, las campañas para prevenir ambos flagelos se intensificaron.
Los tiburones datan de hace 400 millones de años y son depredadores “apex”, es decir, están en la cúspide de la cadena alimenticia de los animales de mar y son los encargados de ayudar a mantener el equilibrio del ecosistema acuático porque limitan la población de las especies que comen. Por suerte, el ser humano no se encuentra entre ellas, pero la mala reputación que tienen en este sentido “considerados los asesinos marinos por excelencia- tampoco es casualidad.
Estos animales están dotados de un desarrollo muy agudo de los sentidos del olfato, gusto y oído –no así de la vista, que es corta-, y poseen también unas células llamadas ciliadas que son las que envían información al cerebro con pistas sobre cambios de corrientes marinas, movimientos de especies y hasta presión del agua o de los campos electromagnéticos en varios metros a la redonda. De esta manera, suelen localizar rápidamente la presencia de otro pez, persona, embarcación u objeto cualquiera y orientarse rápidamente para ir en su busca.
Pero esta capacidad sensorial se potencia con otros atributos más visibles y temibles, como su gran boca con sus cientos de dientes afilados.
Si bien existen más de 350 especies, el más temido es sin duda el Gran Tiburón Blanco por su gran tamaño –puede medir hasta nueve metros- y su naturaleza depredadora y voraz. Los lugares mas conocidos por presencia de tiburones son las costas del norte del mar Caribe, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda y el Oeste de los Estados Unidos, principalmente cerca de las playas de California. En estos lugares es donde se registra el 90 por ciento de los casos de ataques a seres humanos. Los estudios realizados por la Universidad de Dalhousie, en Halifax, Canadá, demuestran que la mayoría de las veces que ocurren estas agresiones son por error o para proteger su territorio, nunca se pudo confirmar que lo hicieran para alimentarse, salvo casos en que las víctimas estaban sangrando. La media anual mundial de ataques espontáneos sin provocación es de 75 casos, de los cuales 10 son mortales. Estas cifras son realmente bajas teniendo en cuenta los millones de personas que van al mar en todo el mundo.
También están los ataques provocados, que son los causados cuando se intenta tocar un tiburón, tanto para liberarlo de un anzuelo o red como también para darles de comer. El tipo de agresión puede ser de ataque y huida, que ocurre cerca de las playas donde los tiburones intentan capturar peces vivos y el oleaje o corrientes hace confundir a una posible presa con una persona nadando; momento en el cual hace un ataque pero deja ir a la víctima cuando se da cuenta del error. En estos casos, hay baja mortalidad ya que las heridas suelen ser en piernas y pies. El ataque furtivo suele ocurrir con buzos porque se da mayoritariamente en aguas profundas y el resultado suele ser fatal. Por último, está el tipo de ataque de golpe y mordedura, que es el más espectacular y el que se ha llevado al cine en repetidas ocasiones. Ocurre cuando el tiburón rodea a la víctima describiendo una trayectoria circular, embistiéndole con su cabeza o cuerpo antes de morder y, luego, morderla repetidas veces con mucha violencia hasta causarle la muerte o heridas muy graves.
La otra cara de la moneda, sin embargo, es también muy aterradora porque son las víctimas quienes se convierten en victimarios con una crueldad sin límites.
Las virtudes del cartílago de tiburón –que constituye su esqueleto total porque no tiene tejido óseo- han llevado a que se maten más de 30 millones de ejemplares por año, posicionándolo entre los animales en peligro de extinción. Su pesca es simple porque son bastante vulnerables a un cebo con un anzuelo, casualmente por las mismas características sensoriales que tienen para cazar a sus víctimas.
Texto original: http://www.laprensa.com.ni/revista/revista-20040916-01.html