En la cultura occidental actual encontramos alusiones a la violencia en casi todos los ámbitos donde nos movemos. Es conocido el hecho de que ser testigo de un acto violento puede desencadenar agresión y desórdenes de ansiedad como estrés agudo y post-traumático, problemas de relación, y una disrupción en el desarrollo de la empatía (Osofsky, 1995).
Teniendo en mente que en el Manual de Transtornos de la APA y en el DSM-IV figura el trastorno de conducta (caracterizado entre otros síntomas por crueldad hacia animales y/o humanos), la violencia hacia los animales podría tener un valor predictivo de violencia hacia humanos. El FBI conoce la relación y la utiliza en la elaboración de perfiles de asesinos en serie. En estudios comparativos se ha visto una mayor incidencia de antecedentes de abuso a animales siendo niños en presidiarios por crimen violento respecto a un grupo de hombres no violentos no encarcelados (Kellert & Felthous, 1985, entre otros trabajos). Se encontraron también antecedentes de crueldad con animales en exhibicionistas (30%), acosadores sexuales (36%), acosadores sexuales encarcelados (46%), violadores convictos (48%) y asesinos adultos (58%) (Ascione, 1993). Algunos de los asesinos en serie más conocidos como Jeffrey Dahmer, Alberto DeSalvo, David Berkowitz o el "Vampiro de Dí¼sseldorf" empezaron sus fantasías de torturas y crueldad con animales no humanos.
Los niños reciben desde temprana edad, contacto con imágenes de animales (e incluso conviven con ellos). De éstos aprenden a ser responsables a desarrollar empatía e incluso autoestima. Desafortunadamente, en familias problemáticas, los niños pueden aprender que los animales pueden ser maltratados(White & Shapiro, 1994). Un estudio de la New Jersey Public Child Protection Agency, revela que en el 88% de las familias donde se había maltratado a niños, también se había maltratado a animales (DeViney, Dickert & Lockwood,1983)
Los animales son a menudo maltratados a suerte de venganza, sobre todo por parte de hombres que maltratan a sus parejas (correlación que se da en el 71% de las mujeres que acudieron en busca de ayuda)(Ascione, 1996). En hogares abusivos, del 86 % de mujeres que tenían un animal de compañía, un 80% refirió que sus animales eran también víctimas de malos tratos. (Quinlisk, 1995)
Por tanto, las organizaciones de defensa de los animales y contra los malos tratos, la Administración, los clínicos e investigadores, deberán seguir profundizando en las raíces de esta maraña que interrelaciona los malos tratos a animales, la violencia doméstica, y la posible alteración conductual del perpetrador de los abusos.